diumenge, 16 de desembre del 2018
Descripción de la mentira
Proyecto DM
54 pinturas a partir de la lectura de
Descripción de la mentira, de Antonio Gamoneda
*****
Nota
previa de marzo de 2010:
Con
la misma libertad que una hoja seca en mitad del otoño, cuando cae y
se engancha en la manga de lana que nos abriga; tan impensadamente,
tan decididamente me ha llegado el espíritu del poeta Antonio
Gamoneda.
(Una
prueba de su talante poético: hace unos días le concedían el
Premio Ciudad de Barcelona de Poesía en castellano, y en una
entrevista declaraba que quería su obra herméticamente abierta.
Toda una declaración de principios.)
Su libro Descripción de la mentira me tiene atareado desde hace varias semanas. Me llegó llovido del cielo, seguramente, pero ahora es una roca que engendra chispas.
Ya
he hecho lecturas, transcripciones y esbozos; me encuentro en la fase
de reprimir la fiesta inevitable que produce el entusiasmo. Miro de
suprimir, de concentrar, de limitar y de profundizar, tanto en el
espíritu del texto pautado y preciso como en el de las sugerencias
plásticas que me nacen entre los papeles de trabajo, que todavía
son pocos.
Para
decirlo brevemente, un centenar de formas, objetos o puntos de
partida. No puedo evitarlo: el centro del mundo se encuentra en estos
días entre mi mesa de trabajo y el mural de esas cien formas.
Memoria
propiamente dicha
El
libro apareció en mis manos; fue un regalo de mi madre. A las pocas
páginas de lectura, muy pocas, entendí que se trataba de uno de
esos lugares del alma que me conmueven, que me impulsan a seguir, y
no sólo leyendo, sino tomando notas, fijándome, haciendo mía
aquella revelación poética.
No
tardé nada en querer pintar sobre ese libro. Entonces pasé a la
primera fase, la que suelo celebrar siempre que la longitud del texto
me lo permite: hacer mío el libro copiando sus palabras a mano.
(Puede parecer un ritual secundario, pero para mí es casi una
necesidad.)
Luego
nacieron pequeños dibujos, anotaciones espontáneas a partir de
palabras, reflexiones, expresiones o simples detalles idiomáticos;
dejaba de lado las palabras cultas, infrecuentes, que aún visitando
el diccionario no me añadían gran cosa al sentido global porque se
trataba de cuestiones de estilo.
Después
de los primeros dibujos aparecieron las formas, que vi que eran 114.
La cifra no me asustó. La cifra no era lo importante, sino el
espíritu que el libro me regalaba en forma de vibraciones que me
hacían sentir como mío lo que Antonio Gamoneda escribía.
De las
114 formas desdeñé algunas y me quedé con 100. Empecé por
agruparlas por ideas, por afinidades, por conceptos, todo siempre
según la forma dibujada, jamás teniendo en cuenta posibles
simbolismos o asociaciones de ideas entre el texto o su espíritu y
cualquiera de las formas.
Mi
trabajo empezaba -creo- bien, porque era pintura, o pre-pintura, pero
no ilustración, decoración o traducción de un texto en español a
un relato de signos.
Una vez
tuve algunos grupos pensé en realizarlos casi como un fichero de
posibilidades, cosa que hubiera estado bien y que no descarto hacer
más adelante, pero preferí dejar esa vía y pintar tan sólo unas
cuantas de aquellas formas en formatos y técnica iguales, para tener
así una especie de tronco vertebrador a partir del cual continuar.
Fueron doce pinturas sobre tabla, y de sus lemas desapareció
cualquier referencia a palabras, frases o ideas del poemario: tan
sólo DM y un número ordinal (DM como referencia a Descripción
de la Mentira).
Luego
ya pude continuar y lo hice con aquello que tenia a mano, ya fuesen
marcos de formas curiosas, aprovechados de algún derribo, o papeles,
telas y maderas que iba incorporando a la base física de la
colección, o eso que yo llamo habitualmente serie.
Y
después, cada forma, alguna de ellas presente en más de una pieza,
halló su lugar, sin forzar a ninguna de ellas a estar por encima o
por debajo de las otras. Lo hubiera podido lograr igualmente si
hubiera empleado formatos y materiales idénticos, pero creí mejor
soltarme a la aventura de construir un entramado pictórico
espontáneo, sin límites.
Queda
por hacer lo gordo, quiero decir lo farragoso, lo monumental, lo
laborioso; quedan por construir estructuras corpóreas, grupos de
objetos, de pintura, de elementos que conjuntamente edifiquen un
nuevo espacio expresivo -o tal vez tan sólo complementario- para mi
visión de Descripción de la Mentira.
Pero no
queda por hacer por ninguna otra razón sino porque ahora mismo no
tengo manera todavía de mostrar el conjunto de las 54 piezas que ya
existen; por tanto, pretender encontrar un espacio y una aceptación
para lo que queda por hacer me parece impracticable de momento: no
sabría dónde meterlo ni cómo conservarlo.
Por eso
me conformo con mantener vivas las ideas y algunas anotaciones al
respecto, además de algunas maquetas muy primitivas del trabajo que
me gustará hacer más adelante sobre ese mismo texto, enlazado con
las pinturas y dibujos ya existentes.
Esta
clase de proyectos no son muy del agrado de los responsables de
exposiciones que uno va conociendo, porque su realización exige
espacio y una atención que quizá consideren excesiva. En fin,
comprendo que sea así, si realmente es así, pero debo continuar
tomando notas y trabajando.
Hans
Móller
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divendres, 14 de desembre del 2018
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